Clive Crook

EEUU puede mejorar sus procesos internos

En un momento de renovada turbulencia financiera, una rebaja histórica de la calificación de la deuda del gobierno estadounidense y signos crecientes de que la recuperación se ha estancado...

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 9 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.
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En un momento de renovada turbulencia financiera, una rebaja histórica de la calificación de la deuda del gobierno estadounidense y signos crecientes de que la recuperación se ha estancado, la capacidad de Washington de actuar con deliberación al parecer ha colapsado. Esta convergencia no es un accidente. El desempeño de Washington en meses recientes (que alcanzó su nadir en la dudosa resolución del fiasco del techo de la deuda) es una razón por la que la confianza está tan deprimida. ¿Puede romperse este círculo de ansiedad? Sí. Mala como pueda verse la situación, no es imposible.

En el corto plazo, hay instrumentos disponibles. La Reserva Federal tendrá que asumir más de la carga de la política estadounidense que lo que desearía, y no es primera vez desde el comienzo de la recesión. El balance de argumentos en favor y en contra de otra ronda de relajamiento cuantitativo ha cambiado: las revisiones a la baja en el crecimiento en la primera parte del año, un mercado laboral débil, una confianza alicaída y una parálisis fiscal que aumenta, todo apunta a la necesidad de acción. Los temores a una inflación en alza deben dejarse a un lado. Mientras más pronto se comprometa la Fed con el QE3, mejor.

No hay que descartar la política fiscal. La administración Obama tiene razón al pedir una extensión del alivio en los impuestos laborales y en los beneficios por cesantía. Estas medidas de estímulo temporal deberían haber estado en el acuerdo de la semana pasada por el límite de la deuda. Aún se puede corregir.

Pedir acciones más ambiciosas podría ser demasiado pedir a un sistema roto. Pero uno nunca sabe, la manifestación pública de disgusto por la disputa por el techo de la deuda, la erupción en los mercados financieros y la rebaja de S&P podrían aclarar mentes.

Tal vez, sólo tal vez, el “super comité” del Congreso que debe encontrar otros US$ 1,5 billón para la reducción del déficit en los próximos meses anunciará un acuerdo sobre la reforma tributaria. Si alguna vez hubo un almuerzo gratis en la política fiscal, es este. Incontables paneles y comisiones han concluido que el código tributario de EEUU es tal desastre que un sistema más simple y plano podría aumentar los ingresos y recortar los impuestos al mismo tiempo, dando un triunfo a ambas partes. Y ayudaría a estabilizar el panorama fiscal de mediano plazo y a eliminar una gran fuerte de incertidumbre.

El desafío mayor y más complejo es restaurar la confianza en el mismo Washington. Los partidos están de ánimo prelectoral, y cada disputa se mira como una batalla en la guerra por el alma de EEUU. Esto es malo para el país porque va contra el compromiso y es ilusorio, porque la resolución final del gran debate ideológico de los partidos, que ambos lados esperan conseguir de la elección de 2012, simplemente no ocurrirá.

Es bueno para la democracia echar a competir ideas rivales acerca del rol del gobierno, mientras no cause parálisis. Últimamente, EEUU ha tendido en esta dirección. Hay que bajar un poco la visión y echar más sentido común. Esto, creo, ayudaría sobre todo a los demócratas. Su visión los hace perder discusiones que de otro modo ganarían.

Más aún, haga a un lado la pregunta de cuán conservador es EEUU en realidad. Cualquiera sea la visión que se adopte, la visión de los demócratas de un rol ambicioso y mayor para el gobierno los pone en desventaja táctica perpetua. Bajo disposiciones constitucionales que demandan consenso, los republicanos simplemente se niegan a cooperar. La farsa por el límite de la deuda fue una instancia perfecta. Fue una producción republicana, pero hizo de Washington, cuyo rol los demócratas quieren aumentar, un hazmerreír nacional. La obstinación en defensa de principios fundamentales no paga tales dividendos para los demócratas.

Eso llama a un ajuste. Menos gran visión y más pragmatismo monótono, de preferencia en todas partes, haría más efectivo a Washington. Pero incluso un paso no recíproco en esa dirección serviría a los intereses demócratas tanto como al país. Algo para que un presidente asediado lo medite.

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